sábado, 1 de julio de 2006

Bajo los juncos



[h. 1982]


Es el bosque, la calma que lo envuelve, que encierra mi lengua adormecida. No me encuentro entre las piedras del arroyo. Cada gota de agua esconde su veneno, su roja llama. Los pájaros caen del árbol a la orilla. Los peces, los peces diminutos esperan para subir a la superficie con sus bocas abiertas. Llueve entonces sobre sus bocas. No escuchan, sólo abren desmesuradamente sus bocas mientras llueve. Las hojas de la orilla siguen siendo verdes, no esperan a que deje de llover. Siguen siendo verdes y la roja luz me ampara. Todo lo veo debajo de los juncos. Los insectos sobre el agua quietos. El zapatero sólo deja el hueco de sus pies sobre el agua, junto a la boca del pez pequeño. Mientras, la luz va haciéndose rosada, pálida. El momento de la palidez de la luz, de la rana silenciosa, de la libélula sobre la hoja esperando con su ojo cuadrangular, fijo, mirando fijo sobre la hoja larga en la orilla. Hay piedras diminutas entre los guijarros, un casi polvo cristalino de colores diversos que resbalaría por las manos si lo tocaran. El agua de plata se deja ir entre piedras luminosas.

1 comentario:

Cariñosas las observaciones